domingo, 28 de octubre de 2012

El fiel compañero.


¿Cómo empezó todo entre nosotros? Era una mala racha, las cosas en mi vida eran una mierda, pero tenía esperanzas de que quizás si dormía y despertaba. Al día siguiente, no seria más mi realidad, sino al contrario, habría sido un mal sueño.
Era algo de todos los días pensar que las cosas cambiarían, quizás lograría que él volviese y esto no seria más que una pesadilla.
Fue un día de tantos;  corriente, repulsivo e irreparable, donde te convertiste en mi fiel compañero.
Luego de haber pasado casi dos meses enteros de congojas casi insuperables, decidí adentrarme en “la nada” donde la salvación eras siempre tú; Mi fiel camarada. Es verdad, tu lealtad era única, la serenidad al tenerte en mi, era inexplicable, sin embargo, eras un demoledor sigiloso y sabía que a medida que el tiempo pasara me irías absorbiendo. Yo te iría absorbiendo como salvación a mis dilemas. ¿Es que acaso era una adicción sana? Si, era una adicción, pues te conviertes en el vicio de todo al que acompañas y en un momento de derrumbe eres sano para cualquiera.
Con él tiempo, aquellos días de desasosiego se perdieron, pero ya no había forma de que te marchases con ellos, habías sido imprescindible cada vez que él me destrozaba. No podía dejarte, no quería hacerlo.  

domingo, 24 de junio de 2012

Estás platicando con tus amigos y a ratos pareciera que ignorases mi presencia, sin embargo, no disimulas miradas. Luego volteas y te enfocas en ellos otra vez. Yo te sigo observando mientras mis amigas hablan de temas de la semana. A ratos parezco atenta, pero no dejo de mirarte. Levantas la mirada para observarme nuevamente y cuando notas que te miro, la bajas con vergüenza como si ignorase que siempre lo haces.

sábado, 21 de abril de 2012


Hace ya dos meses habíamos perdido el contacto, había tomado la decisión de volarte de mi vida como un globo aerostático descontrolado. Te fuiste tan lejos como quise, como tú quisiste y no te ordene bajar ni detenerte como un piloto arrepentido de su mala maniobra.  Termine por convencerme de que él tiempo lo haría todo y solo deje que las cosas pasaran.
Había casi logrado borrar esos vagos recuerdos de risas interminables y charlas sin sentido, cuando te vi pasar. Y de pronto parecía que el piloto sobrellevaba bien su vuelo y el globo se había estabilizado, es que  ¿A caso las cosas pasan así de rápido?, no me iba a poner a cuestionar las vueltas del destino, ni de la vida ni ninguna de esas cosas de las que tanto habla la gente. Porque jamás me he llevado con ninguno de los dos, pero si me entendía conmigo misma y es que claro ¿Quién mejor que yo para conocerme? – En ese momento solté una risa nerviosa y hasta eso entro en cuestionamiento.
Sin notarlo me hundía en una arena movediza de sentimientos encontrados, de palabras jamás pronunciadas y pensamientos sin soluciones – <<Un manual, necesito un manual >> - ¡Por favor! Esas cosas son para esos artefactos engorrosos – yo soy un ser humano y no vengo con ninguna guía de indicaciones - de ser así, no viviría de errores, por ende la vida no tendría gracia para mi.
- ¡AH! Calla, no sabes ni lo que estas diciendo y te estas desviando completamente de lo “importante”.
Deje mis pensamientos de lado y todas esas dudas existenciales que nacieron de un momento a otro  y proseguí…
Iba camino a casa de mi abuela cuando un chico en bicicleta pasa rápidamente  junto a mi y de inmediato me paralice ya que jure haber sentido un leve roce de la ráfaga de viento que despidió debido a la velocidad con la que me adelanto. Luego de un minuto seguí mi andar y un poco antes de llegar a mi destino, pensé en detenerme a comprar algo para la hora del té en aquel almacén que hace tiempo había dejado de visitar, por razones obvias, esperando no encontrar a nadie mas que a esas tres mujeres que atendían diariamente el negocio, entre las cuales se encontraba su madre. Al llegar allá me sentí a gusto de ver los mismos rostros de “siempre”, era indudable, hoy no sabría más de él.
Había tomado una bolsa del costado y abierto la pequeña cortina que cubría el pan, que al parecer, estaba recién salido del horno e inmediatamente luego de pesarlo y elegir las maicenas que tanto le encantaban a mi abuela me aproxime a la caja a pagar. Tan pronto como baje la mirada para sacar el dinero, la subí para poder tomar mis cosas y marcharme. En ese mismo instante quise no haber entrado a ese lugar y es que en solo un abrir y cerrar de ojos él estaba ahí, parado mirándome perplejo como si hubiese visto un fantasma. Sin decir ni una palabra tome mis cosas me aproxime a la puerta y el ignoro mi presencia tal como yo ignoraba su existencia o al menos era lo que intentábamos hacer.